La transcendencia de los servicios sociales

La entrada de hoy, último viernes del mes de septiembre, la escribe Magdalena: una trabajadora social que actualmente realiza su labor en uno de los paraísos que tenemos en España llamado Menorca.

Lo suyo es vocación en estado puro. Una vocación que le ha llevado a dejar un trabajo estable en otro ámbito laboral por dar una (última, según ella) oportunidad a su pasión.

Debo decir que creo que hay que ser muy valiente y consecuente con la vida para hacer algo así. Necesitamos muchísimos más profesionales en todas las ramas que sientan lo que siente ella por su trabajo.

Por último, me gustaría aclarar que siempre he estado muy equivocada con la función de los servicios sociales, y en esta entrada al blog, Magdalena nos resume de forma muy clara, las funciones que desempeñan, que son muchas y variadas.

Sin más, os dejo con ella. Espero que os guste la mitad que a mí.


Los roles: como mujer y como parte de una familia

La RAE define “rol” como la función o papel que alguien o algo desempeña.

Todas las personas tenemos diferentes roles, es decir, tenemos diferentes comportamientos según el contexto social donde nos situemos. Además, este contexto social describe una actitud y lo que se espera de nosotros con ese determinado rol.

Así, podemos decir que una persona puede desempeñar varios ‘comportamientos’ a lo largo de su vida. Por ejemplo, a lo largo de un día, una mujer puede desempeñar el rol de madre, el rol de trabajadora, de hija, de amiga, alumna, pareja, etc. El rol como constructo social redefiniendo para adaptarlo a nosotros mismos.

Ser madre en España en 2020 no es lo mismo que ser madre en 1960 en Estados Unidos. La asunción de cada uno de estos roles conlleva una adaptación, un aprendizaje y un reajuste con respecto a los demás roles que asume la misma persona, lo que supone estar constantemente buscando ese equilibrio. Cuando hay dificultades para encontrarlo entre los distintos roles, pueden surgir los conflictos.

El desequilibrio entre los roles: el origen de los conflictos

El nacimiento del primer hijo o hija, momento en el que se pasa de ser pareja a ser, además, padre o madre, constituye una reorganización del sistema familiar y, por tanto, afecta a su configuración. Podríamos hablar de una transición: la familia afronta ese acontecimiento o experiencia que tiene impacto sobre el sistema y supone posibles cambios, desequilibrios, adaptaciones a nuevas situaciones, redistribuciones de papeles entre los distintos miembros del sistema.

Cuando nace un bebe también nace una nueva madre y/o padre. Los primeros meses los padres pueden sufrir un proceso de transformación brutal, igual que el bebé, que evoluciona rápidamente y crece a pasos agigantados semana tras semana. En este proceso de transformación es cuando surgen los conflictos, normalmente debido a la falta de equilibrio entre roles o diferencias entre los sistemas relacionales familiares. Este es uno de los momentos clave dónde (en determinados casos) los servicios sociales pueden intervenir y ser de gran ayuda.  

El papel de los servicios sociales

Habitualmente se tiene en mente que los servicios sociales tan solo intervienen para quitar custodias, retirada de niños a las familias o mediar en las adopciones. Pero la intervención del Servicio de Menores y Familia, que en España es de competencia comunitaria, se dirige a la reinserción del menor en el núcleo familiar de origen y, si el retorno no es posible, se opta por incorporar un nuevo núcleo familiar mediante una acogida familiar y adopción, o si la edad lo recomienda una emancipación. Esto se consigue mediante diferentes vías, una de ellas es la atención que se realiza en los servicios comunitarios, servicios sociales básicos.

Así, la atención principal en los servicios sociales a las familias, es la que se realiza de forma preventiva, cuando pasan por dificultades relacionales o por una situación de crisis y se quiere mejorar las competencias educativas y/o su convivencia en los diferentes entornos. En estos casos se impulsan proyectos grupales y comunitarios que busquen la participación social de las personas, familias, grupos y comunidades para resolver entre todos las dificultades e impulsar la solidaridad y cooperación social.

Existen los equipos de menores y familias que son equipos multiprofesionales, formados por trabajadoras sociales, educadoras, psicólogas, trabajadoras familiares, etc. que ofrecen prevención y apoyo desde una perspectiva interdisciplinaria en los diferentes ámbitos de la comunidad ( familias, grupos y comunidades). Los objetivos que persiguen son prevenir situaciones de riesgo físico, psicológico y/o social, dar apoyo a las familias en su función educadora y socializadora en las diferentes etapas del ciclo vital, promover cambios en la dinámica relacional de las familias que les ayude a afrontar sus dificultades, crisis y desajustes. Facilitar la comunicación en situaciones de conflicto familiar, favorecer las relaciones de la familia con el entorno para potenciar las redes sociales de apoyo y promover la convivencia en comunidad.

Con las familias se interviene de tres modos distintos con orientación, intervenciones mediadoras e intervenciones terapéuticas. Las primeras son las intervenciones breves basadas en la oferta de información y herramientas, el refuerzo de habilidades educativas, apoyo en la práctica diaria para el cumplimiento de tareas básicas para evitar que situaciones familiares de dificultad acaben convirtiéndose en situaciones de mayor riesgo. Las segundas ayudan a los miembros de las familias a resolver sus conflictos de manera positiva favoreciendo en las partes la toma de acuerdos de forma autónoma. En la última las intervenciones requieren un abordaje más profundo en situaciones familiares disfuncionales, ampliando el foco de visión para posibilitar que la familia encuentre una nueva forma de ver y resolver las dificultades de relación entre sus miembros.

Para terminar quiero resumir cuál es el circuito de atención a las familias:

Primero está la detección y demanda de colaboración que puede venir de centros educativos, sanitarios, servicios especializados como los juzgados, centro de atención a drogodependencias, servicios de infancia y familia, fuerzas de seguridad, etc.

En segundo lugar, se hace la valoración del caso por parte del equipo de intervención familiar y se acuerda y planifica la intervención o se decide derivar el caso, total o parcialmente, sin que ello signifique dejar de intervenir con la familia.

El tercer paso de la intervención es la planificación, nivel de intervención y distribución de tareas de cada uno de los profesionales, la temporalización de la intervención, coordinación con otros servicios, si es necesario, y las herramientas metodológicas que se van a aplicar.

Por último, se va a llevar a cabo la evaluación. De esta manera podemos concluir si se han obtenido los objetivos y se cierra el expediente, si se han obtenido de forma parcial y hace falta valorar otro tipo de intervención o no se han conseguido y se plantea una derivación del caso a un servicio especializado.

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